Cal libre
- Teniente Amores en un taxi.
- 20 sept 2016
- 1 Min. de lectura
TACA TACA TACA TAC eran tres siluetas las que, detrás del vidrio, ese difuminado, hacían escandalosos TACA TACA TACA TAC Mary y yo estábamos ya en el piso, mirándonos aterrados. Cómico, alguna vez le dije que si moría, me hubiera gustado morir al lado de ella. Ahora las siluetas detrás de los vidrios hacían bailar sus sus indumentarias rudas rudimentarias al son del TACA TACA TACA TAC y entraban tarados, soviéticos, los metales a nuestros cuerpos, deliciosos nuestros cuerpos con guarnición de minerales varios, plomo, hierro, aluminio, etc. Y qué digo cuerpos, si éramos información, documentos prestados, pirateados, manchados con café. Y qué digo nuestros, si la sangre pulida con el tiempo, las láminas y láminas de fotografías familiares, los parques llenos de pasto, los parques llenos de tumbas, las tumbas llenas de pasto, ni siquiera esas cosas son nuestras, ni los tecnicismos, ni nuestras tasas de café, ni nuestras tasas de natalidad y matrimonio, ni siquiera nuestros penes y vaginas son del todo nuestros. Entonces, las ventanas difuminadas, cayeron al suelo en su mayoría, y mary estaba en el suelo, en lo más profundo del suelo, incluso más profundo que todos nosotros; mary estaba muerta, linda y muerta. Lemor Timñski, dice que cada mujer tiene un estado en el que mejor se ve, no a todas les viene bien la libertad o la desnudes, por ejemplo. El estado que mejor le venía a mary, era muerta, le agregaba profundidad a su esencia, elegancia, quizás. Recordé de pronto el bajo de una canción que había escuchado un par de veces hace un tiempo, ojalá hubiera muerto escuchando eso, pensé.
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